
Desde lo alto de un risco, desafiando inclemencias
un distante faro invitaba con sus guiños.
A no huirle a lo profundo.
A no temer abismos.
A no renunciar a la sustancia.
Que como únicos, cada quien tiene su mar
Que la felicidad está en las olas, esas, las del estado de bienestar, la que más temprano que tarde, se desharán en su cresta.
En el justo momento, cuando las ansias plasman en perfección, los anhelos sucumben, cual castigo en eternas arenas.
Como espíritus expuestos, maltrechos, y sin camuflaje refugiados entre las piedras, esperarán en otra marea, que la mar adentro les devuelva, esos momentos de gloria y sin tiempo.
Instantes que aunque efímeros, emulen; cual divinidad en su contemplación del séptimo día.
3 comentarios:
La vida: ese oleaje... y el viento aventando hacia aquí y hacia allá. Nos descubrimos equilibristas, acaso; o náufragos sucumbiendo, sobreviviendo, pero en lucha hacia un horizonte que nos pone la esperanza, pero a veces incierto...
Un gusto haber visitado tu blog y gracias por tu visita al mío.
Un abrazo.
Juan
Gracias por tu visita y comentario
Reconozco que de los ecos, estamos necesitados, ayuda en toda construcción.
Un abrazo
Esperamos esos momentos casi de divinidad
que nos llenan de eternidad, felicitaciones Gasper.
saludos
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